lunes, 9 de septiembre de 2013

Lunarïe III

-Y bueno...- Miss Lunarïe giró su daga, haciendo que brillara, letal, con la luz de la eterna luna del Reino de la Noche.- ¿Y qué hace una chica como tú en un laberinto oscuro como este?
El tono curioso de MissLu la delataba, parecía que no le gustaba no poseer toda la información posible... Las lunarïes son así, puede que miles de misterios rodeen a su persona, pero no toleran que los demás tengan misterios para ellas:
-Salí a pasear y... Me perdí...
Puck ahogó una risa, le miré con el ceño fruncido:
-Oh bella dama, no se enfade... Sólo que perderse en este laberinto de juguete... ¡Por las barbas de Oberón! ¡He visto laberintos mejores que este!
-¿Oberón?- aquel nombre masculino me sonaba de algo... Quizás de algún libro de los muchos que había leído. Tenía la impresión de que estaba relacionado también con Titania, la fría Titania.
-Es el esposo de Titania, y rey de Blackblows, la ciudad de los duendes, se encuentra junto a Lunarïe- MissLu clavó sus ojos negros en Puck mientras giraba la daga con la mano, parecía enojada, como si hablar de Blackblows le suponiera un esfuerzo demasiado grande y molesto.
-¡¿La ciudad de los duendes?! ¡Blackblows es algo más de eso hadita de la luna!
La lunarïe se giró hacia él amenazadoramente.
-¡Que no me llames hadita!
El duende saltó ágilmente hacia un lado, esquivando a la lunarïe y se perdió entre los árboles riendo y gritando:
-¡Es el reino de la diversión y el vino! ¡LAS FIESTAS SON GRANDES EN BLACKBLOWS HADITA!
La risa de Puck se fue haciendo cada vez más y más lejana, hasta desaparecer del todo. Las dos chicas se quedaron solas en el claro, escuchando a las pixis chillar:
-Yo lo mato- murmuró Miss Lunarïe, mirando los árboles entre los que Puck había desaparecido. Disimulé una sonrisa y, no sé por qué, pensé en aquella frase que decían sus amigos cuando ella era pequeña: "Los que se pelean se desean..."
La lunarïe me miró:
-Vamos a palacio... Te estarán esperando.
Asentí y me incorporé, pero al intentar ponerme derecha, un pinchazo sacudió mi costado y me llevé la mano al golpe en la costilla, con un gemido de dolor. Miss Lunarïe giró por última vez su daga y la metió en el cinto, se acercó a mí:
-¿Estás bien Aqua?

Inspiré hondo e intenté de nuevo incorporarme, despacio, conseguí ponerme derecha un poco más, hice el amago de colocarme totalemente recta, pero otro pinchazo me sacudió:
-No puedo...- murmuré.
Miss Lunarïe me cogió por la cintura:
-Rodea con el otro brazo mi cuello.
Yo obedecí y comenzamos a andar, lentamente:
-¿Te duele al andar?- me preguntó MissLu, su voz se parecía a la que ponen los doctores cuando están diagnósticando a un paciente, más bien monótoma.
-No... No mucho- era cierto, no me dolía al andar, sólo al incorporarme.
Continuamos cruzando el laberinto en silencio y, al fin, llegamos a la puerta del palacio de Nictis:
-Tendrás que seguir sola a partir de aquí Aqua, yo... No soy muy fan de Titania que digamos, ni ella de mí, así que mejor que no sepa que he estado contigo... Mejor para ti.
-Pero... ¿Por qué?
Miss Lunarïe pareció sumirse en otros recuerdos, y en su cara apareció una sonrisa pícara:
-Nunca ofrezcas a Titania bayas Fryol Cielo sobre Agua, su reacción no sería muy amigable...
En aquel momento no entendí muy bien lo que quería decirme la lunarïe, pero después, al saber lo que pasaba a la Bella Gente que comía las bayas Fryol, me reí a carcajadas. Por lo visto, aquellas bayas, tenían la propiedad de hacer confesar cosas de los que se estaba... Digamos... Muy orgulloso de haber hecho.
La lunarïe se dio la vuelta y se dirigió al bosque:
-¡Espera! ¿Volveremos a vernos alguna vez?
Miss Lunarïe se giró y me miró, enigmática:
-Quizás, si algún día quieres escapar de las altas cortes... Búscame en el bosque de Nictis.
Y, tras estas extrañas palabras, la lunarïe echó a correr y se fundió con las sombras del bosque.
Llamé a la puerta del palacio, aún confundida por las últimas palabras de Miss Lunarïe, y crucé el amplio recibidor donde se encontraban las escaleras de caracol, las cuales subí, aún con la mano en la costilla. Tenía que encontrar a Atlantia, ella me curaría.
Llegué a la primera planta, donde se encontraba mi habitación, el pasillo estaba iluminado por la luz plata que entraba por los grandes ventanales que poseía, las esquinas estaban envueltas en sombras y eso me producía inquietud, aquel reino era muy bello y elegante, pero daba escalofríos.
Oí la voz de Atlantia tras una de aquellas puertas, estaba entrabierta, me acerqué a ella e iba a llamar para poder pasar cuando dos frases pronunciadas por mi reina paralizó todo mi cuerpo:
-Sólo es una cría... Hará lo que queramos Titania...
-No lo pongo en duda Atlantia- la reina de reinas parecía pensativa.- ¿Sabe algo de nuestros planes?
-Sólo que la necesitamos para traer a más acuarïes atrapadas en cuerpos de esas estúpidas nemhiries...- un dolor agudo apareció en mi pecho, había insultado al mundo del cual yo venía... Yo también era nemhirie...
-¿Quién está dentro de su cuerpo?
-Mireia...
-¿La princesa? Ella iba a ser reina de Acuarïe tras Tritia, creí escuchar que estaba encerrada. Tritia la encerró para poder gobernar a su antojo, era dama de honor de Nelea, la madre de Mireia, siempre estuvo celosa de ella...
Sentí como algo despertaba en mi, una lágrima resbalando por mi interior... "Princesa...¿Es cierto Mireia?" El calor llenó mi cuerpo, Mireia afirmaba.
-Exacto Reina Araña... Tritia quiso gobernar y, cuando murió Nelea, encerró a Mireia en una habitación en la torre de Cantáride, tomó el trono por la fuerza y, a todo el que se le oponía, cedía a sus dragones la opción de aplicar el castigo necesario.
Aqua se estremeció; "Dragones..."
-Hubo rumores de que fue la propia Tritia quien mató a Nelea...- la voz de Titania era fría.
Mireia se estremeció en mi interior, el frío se expandió y, sin necesidad de preguntarle, supe que la acuarïe que habitaba en mi interior sabía que aquello era verdad...
-Nos traerá a esas nemhiries Titania, tú las necesitas para que Ialanthilïan vuelva a ser un país próspero y libre... Necesitas que todos los reinos estén poblados, no podemos dejar que una parte de Ialanthilïan esté en el mundo nemhirie...
La voz de Atlantia era persuasiva:
-¿Y tú? ¿Por qué me ayudas en esto?
-Te apoyo y me encantaría ver mi reino florecer de nuevo...- un temblor me sacudió y creí escuchar un susurro que decía: "Miente... Mentira..." Mireia tenía razón, yo también sentía que había algo oculto en las palabras de Atlantia.- Aqua hará lo que le pidamos, sin mí, está perdida, nunca ha pisado este mundo... Ella ha aceptado su misión... Aqua es la única que puede estar en la tierra nemhirie, sabe moverse por ella y es dócil...
Me separé de la puerta, con los ojos húmedos, me dirigí a mi habitación, cerré la puerta tras de mí y me tiré en la cama. Un pinchazo me sacudió, pero casi que no lo sentí, el dolor de la decepción y de sentirse un peón en manos de otro que lo moviera por el tablero de ajedrez era mucho mayor que el dolor físico.
Cómo podía haber sido tan idiota...
Tan confiada...
Sintió un dulce calor por todo el cuerpo y sonrió entre lágrimas; "Gracias Mireia..." De repente, abrió los ojos y miró la gran y redonda luna que coronaba aquel negro cielo sin estrellas, se acordó de las palabras de Miss Lunarïe:
<<Si quieres huir de los altos cargos... Búscame...>>
Sabía que Atlantia no quería a las demás acuarïes, que a saber de qué manera las expulsaría del cuerpo de las nemhiries, para repoblar su reino... Había algo más... Tras lo que había escuchado, había llegado a la conclusión de que la reina de las aguas no era precisamente una soberana preocupada sola y exclusivamente por su pueblo. El ansia de poder le corrompía, ¿qué quería conseguir? No lo sabía, pero estaba dispuesta a descubrirlo...
"Mireia, iremos a por las demás... No podemos dejar que Atlantia las encuentre primero..."
Creí escuchar el sonido de un riachuelo y luego, sentí como mi cuerpo se relajaba, invitándome a una noche de descanso... Lo último que escuché antes de sumergirme en el océano de los sueños fue un dulce susurro: "Gracias Aqua, ahora... Descansa..."

Continuará... 




jueves, 4 de julio de 2013

Lunarïe II

Con estas solemnes palabras se presentó la Reina de Reinas, la máxima soberana de Ialanthilïan. Por mi parte, lo único que pude articular fue un:
-En... Encantada...
Titania sonrió, provocándome un extraño escalofrío y clavó sus pupilas negras como la noche que nos cubría en mis ojos... Parecía que quería llegar a lo más profundo de mi ser... Descubriendo mis secretos mejor guardados...
Por suerte, Atlantia habló y Titania apartó sus fríos ojos de mí, aliviándome:
-Majestad, ¿podríamos descansar en tu palacio para poder continuar mañana con nuestro viaje?
-Por supuesto Atlantia- concedió Titania.- Ahora que sé que Aqua está aquí, en nuestro mundo, puedes llevarla a donde quieras... Eso sí, siempre respetando las reglas.
-Eso siempre, majestad.- Atlantia estaba muy seria y su voz era solemne.- Gracias por vuestra hospitalidad.
Titania hizo un gesto con la mano y, al instante, entre los árboles aparecieron dos lunarïes más:
-Duquesa Geminia, Núctuna... Llevad a nuestras invitadas al palacio de Nictis y aseguraos de que están cómodas en sus habitaciones.
Las dos asintieron, obedientes, pero aún así, creí detectar cierto odio en sus miradas... Supongo que no estaban demasiado conforme de que Titania les diera órdenes:
-Seguidlas, ellas os llevarán hasta el palacio. Mañana hablaremos Atlantia, sobre tu... 
Atlantia asintió, y yo supe en ese momento que estaban hablando de mi misión: encontrar a las demás acuarïes en cuerpos nemhiries... Al igual que Mireia estaba en mi interior, había más acuarïes perdidas por el mundo y era nuestra misión encontrarlas.
Atlantia echó a andar tras Núctuna y la duquesa Geminia y yo la seguí, no sin antes despedirme de Titania, tenía la sensación de que como no me despidiera de ella correctamente, era capaz de atravesarme con la mirada... O con algo más físico... Una... No sé por qué se me vino a la mente la imagen de un aspa negra... Brillante... Letal...
Atravesé el bosque de Lunarïe, los árboles parecían refulgir plateados a la luz de la gran luna llena y, entre las hojas, se escuchaban chillidos de unos diminutos seres alados de color azul. Al principio, creí que eran luciérnagas de colores, pero luego, cuando una se chocó conmigo y comenzó a hablarme atropelladamente y muy enfadada para luego continuar su camino, decidí que aquello no era definitivamente una luciérnaga. Atlantia me dijo que se llamaban pixis.
Finalmente, llegamos al palacio y, tras contemplar su alta fachada y sus altas torres puntiagudas que arañaban el cielo de Lunarïe, entramos.
No recuerdo muy bien los detalles de aquel hermoso palacio, lo único que recuerdo es el tacto de las sábanas de la cama y un olor dulce, muy dulce... Que hizo que me quedara dormida... Perdiéndome en la oscuridad de los sueños de Lunarïe...

****************

Me desperté lo que debieron de ser horas más tarde, aunque claro, no lo podía saber con exactitud ya que el cielo seguía siendo tan oscuro como antes y la luna llena iluminaba con su plateada luz el gran rectángulo que correspondía a la ventana de mi habitación. Me levanté de la cama y salí de la habitación, no quería estar más allí dentro, aquella estancia tenía demasiadas sombras para mi gusto.
Recorrí pasillos y escaleras iluminados por la luna intentando no pensar en ese chico de ojos verdes que había descubierto, en tan sólo los minutos que dura un extraño baile, que yo no era una humana... Esto... Nemhirie cualquiera. En el fondo aquello me molestaba un poco, ¿quién era él para decirme qué era o qué no era yo? Había sido muy simpático conmigo sí y el chico no estaba nada mal...
"No vayas por ahí Aqua... Que te pierdes" pensé yo, y era verdad, aquel chico estaba empezando a distraerme demasiado de lo que en realidad tenía que hacer, que era descubrir aquel nuevo mundo y cumplir mi misión. Pero su mirada esmeralda se había quedado clavada en mí y cada vez tenía más ganas de verlo, aunque lo odiara un poco por haber descubierto tan fácilmente mi secreto.
Al fin, encontré la salida del palacio y crucé la gran puerta que daban al exterior, al bosque donde había estado con Titania y Atlantia. De verdad, aquella Reina de Reinas daba miedo, su sonrisa no era amistosa y transmitía la extraña sensación de saberlo todo, de ser el ojo que todo lo ve...
Intimidaba bastante.
Mis pasos me llevaron al interior de una especie de bosque hecho de setos, setos altísimos que se entrecruzaban los unos con los otros. Formando senderos de hierba mojada por el rocío y rosas de delicioso olor. Continué caminando durante un rato y llegó un momento en el que quise volver atrás, pero no pude, por más vueltas que di, no encontraba la salida de aquel bosque. Parecía como si los setos se movieran para cerrarme el paso, veía el palacio, sus altas torres... Pero no avanzaba hacia él. En ese momento, lo comprendí.
Estaba en el interior de un laberinto.
"Que no cunda el pánico, Cielo sobre Agua" intenté tranquilizarme "Este laberinto tiene que estar cuidado por alguien, ya aparecerá".
Me senté en el suelo y me recosté sobre el seto, esperando a que apareciera alguien, pero yo solo escuchaba el sonido de la brisa entre las hojas de los setos y mi propia respiración, además del aleteo de alguna que otra pixi alterada.
Llegó un momento en el que empecé a asustarme, porque allí no parecía haber nadie y, además, en aquel mismo instante, comencé a escuchar pasos y voces.
Un grito sonó en la lejanía, algo que sonó a:
-¡TÚ! ¡VUELVE AQUÍ DUENDE!
"¿Duende?" pensé yo. Pero no me dio tiempo a asimilar la información, ya que en el seto donde estaba yo sentada antes, me había puesto de pie al escuchar los gritos, se abrió un enorme agujero provocado por una figura que lo había atravesado corriendo. La figura no me vio y chocó contra mí, tirándome al suelo y golpeándome en la costilla. Yo gemí dolorosamente y el desconocido se levantó rápidamente, yo le miré.
Era un chico de ojos rasgados y orejas puntiagudas.
El duende me miró de arriba a abajo descaradamente mientras yo seguía en el suelo con la mano en la costilla, la cual parecía no estar rota. El duende abrió la boca como si quisiera decirme algo, pero un objeto puntiagudo pasó rozando su mejilla y el ser se tiró al suelo.
-¡Por qué poco!- gritó una voz femenina.
El duende intentó levantarse, pero otra figura de pelo largo y negro se tiró a su espalda y le inmovilizó el brazo derecho:
-¿Ahora qué, eh? ¿Qué vas a hacer ahora?- le dijo al duende.
-Venga ya MissLu... Si sólo ha sido una broma...-replicó el otro con voz ahogada.
"¿MissLu?" pensé yo, incorporándome poco a poco.
-Primero, no me llames así...- le retorció un poco el brazo.
-¡Vale, vale Miss Lunarïe!- gritó el torturado.
-Y segundo, ¿tú crees que es una broma robarme mi daga plateada para abrir nueces?
-¡Vale vale vale!- el desdichado se retorcía de dolor.- ¡No lo haré más!
-¡Devuélveme mi daga!- el duende hizo un movimiento con su mano libre y una daga plateada, que relució al ser iluminada por la luna, apareció en la palma.
La llamada Miss Lunarïe la cogió y soltó al duende, que se tumbó bocarriba en el suelo y sonrió socarronamente:
-Encantado de tener estas peleas tan educativas con usted, Miss Lunarïe.

Ella lo miró y dijo, amenazadora:
-Puck...
El duende levantó las manos en son de paz y se incorporó de un salto, encarándose con ella:
-Tú mandas... Ahora, veamos como está la chica con la que he sufrido el pequeño accidente.
Se acercó a mí, que seguía sentada en el suelo, flipando con aquella extraña pelea y con la frialdad de la chica de pelo negro:
-¿Cómo está, bella dama?- dijo, ofreciéndome la mano para que me levantara.
Vale, yo le cogí la mano con desconfianza, que me llamara "bella dama" me pareció muy extraño: "¿Este quién es? ¿Uno que ha venido del siglo XVII?" pensé.
-Bien, creo que el golpe no ha sido para tanto...- me levanté con cuidado, me dolía un poco la costilla, pero nada serio. (El moratón que se me quedó luego fue de película)
-Lo celebro- me soltó la mano y distraído dijo.- Oh, no nos hemos presentado, yo soy Puck, duende galante y servicial con una carrera de más de dieciséis niños robados, a sus pies...- hizo una reverencia un tanto descoyuntada, pero esta me daba un poco igual... ¿Robaniños? ¿En serio?
Puck continuó:
-Y ella es Miss Lunarïe... Una tía simpática, pero poco aficcionada a las bromas- Puck soltó un suspiro dramático.- Una pena...
-Anda Puck, déjate de tonterías, que te enrollas más que una pixi con un hilo de lana... Y bueno, dejemos que ella se presente ¿no?
Cruce de miradas entre la chica y yo.
Parecía ser mayor, pero no mucho, sus ojos oscuros no eran como los de Titania, estos no querían hurgar en tu interior para sacarte los recuerdos hasta del día de tu nacimiento. Parecían más amigables...
No sé por qué, pero me dio la sensación de que nos íbamos a entender bien, pero no como las mejores amigas del "chupiguaydelparaguay", no era la clase de amistad que Miss Lunarïe ofrecía... Sino algo con promesas de aventuras alocadas, de bromas hacia los altos cargos, incluso de planes oscuros... 
No sé si sería por mi alma de acuarïe, ya que mi pueblo tuvo un pasado fuera de la ley y lleno de intrigas, pero aquella chica me cayó bien, desde el principio...
-Me llamo Cielo sobre Agua, Aqua para los amigos... He venido con la reina Atlantia.
Puck me miró sorprendido y Miss Lunarïe enarcó una ceja:
-Claaaro...- dijo, con ironía.- La reina de Acuarïe, que no sale de su reino desde hace meses, ha abandonado su refugio marino para traer a una chica perdida ¿no?
Yo la miré y compuse una media sonrisa irónica en mi rostro:
-Al menos ella no va persiguiendo duendes por ahí...
Miss Lunarïe sonrió con la misma sonrisa que yo y dijo:
-Encantada de conocerte Aqua.
-Lo mismo digo MissLu.
Puck miró a la lunarïe, esperando lo peor. Pero esta vez, ningún aspa negra voló.

Continuará...
 
 

jueves, 18 de abril de 2013

Lunarïe I

Totalmente impresionada me quedé, tanto, que no pude articular palabra ante aquella afirmación de Sheren:
-Sé que no pareces ser lo que eres... ¿Quién eres en realidad?- sus ojos verdes parecían querer entrar en mi interior a través de los míos y descubrir mi secreto.
Iba a abrir la boca para pronunciar la típica frase de: "No sé de lo que estás hablando", pero no pude, porque una voz femenina sonó a mi izquierda:
-No te metas donde no te llaman Sheren.
Nos volvimos a la vez, rompiendo el contacto visual y ante nosotros, del bosque surgía una alta figura de mujer con un vestido largo y con una extraña máscara:
-Atlantia...- murmuró Sheren, pude vislumbrar un tinte de odio en su voz. Por el rabillo del ojo, pude vislumbrar que el rey levantaba el mentón y entrecerraba los ojos, mirando a la reina.- Tú de nuevo, ya sabía yo que tenías que estar mezclada en este asunto.
La mujer avanzó hacia nosotros, y se colocó junto a mí, sin dejar de mirar a Sheren, el cual la seguía con la mirada, sin perderla de vista. La tensión se palpaba en el ambiente y yo me sentía un poco incómoda y, cómo no, preguntándome por qué estaban así, qué les habría ocurrido en el pasado para que compartieran aquel odio. 
Atlantia me puso una mano en el hombro y dijo:
-Lo que yo tenga que ver o dejar de ver con Aqua es asunto mío. No tuyo, gracias por cuidar de ella.- Perfecto, ahora era una cría de tres años a la que había que "cuidar", quise mirar con odio a Atlantia por aquello, pero me reprimí, de todas maneras, gracias a ella no tuve que contar mi secreto a Sheren. Sabía que si él me seguía mirando un poco más, no hubiera podido resistirme y hubiera tenido que contárselo todo.
-Ha sido un placer, además, tanto como cuidarla no, ni que fuera un bebé nemhirie...- lo miré, boquiabierta, ¿también era capaz de leer los pensamientos de los demás? Él me guiñó un ojo y yo le sonreí tímidamente, sentí la presión de la mano de Atlantia sobre mi hombro más fuerte y su voz, tensa, decir:
-Tenemos que irnos, Sheren. 
-Oh, ¿tan pronto? Tenía una habitación preparada para Aqua...
-Pues no hará falta, disculpa las molestias- lo cortó Atlantia.- Adiós, Sheren.
-Buen viaje Aqua- dijo, mirándome. Yo asentí, agradeciéndole sus palabras mudamente y después, la vista se me nubló, como si una cascada de agua cayera por mis ojos. Los cerré, pero antes, pude ver como Sheren me sonreía, despidiéndose.


Al despertar, me recibió un cielo lleno de estrellas y una luna llena bellísima, que brillaba radiante, iluminando los árboles del bosque donde me encontraba y las rosas que crecían alrededor del tronco más cercano. Me incorporé y miré a mi alrededor, junto a mí, había más árboles y flores iluminadas por la luz de la luna, sonaban los grillos y unas pequeñas luces azuladas volaban de unos árboles a otros, chillando en u idioma incomprensible. Me levanté y escuché un par de voces femeninas, una de ellas era la de Atlantia, pero, la otra, era fría y cortante como el hielo, pero a la vez, suave y moderada como la caricia traicionera de una soga antes de ahorcarte. Era extraña y, la primera vez que la escuché, me estremecí del frío que sentí.
Comencé a acercarme a las voces, siguiéndolas hasta que llegué a un claro plateado donde estaba Atlantia y una mujer tan alta y delgada como la reina del agua, la cual portaba un vestido negro que brillaba a la luz de la luna y, a su espalda, se veían unas alas blancas traslúcidas preciosas. Su piel era tan blanca como el mármol y su rostro, delicado pero a la vez con una expresión fría, casi sin sentimientos. Escuchaba concentrada lo que Atlantia le decía:
-Te la presentaré, como has ordenado, pero debes guardar el secreto de su presencia aquí... Te lo pido como un favor de reina a reina.
-Atlantia...- su voz era tan aguda como el sonido de unas campanillas.- Tranquila, esto que me has contado no saldrá de aquí, pero debes prometerme que me mantendrás informada acerca de los progresos de tu proyecto.
-Lo juro- dijo Atlantia.
Crucé los arbustos, sintiéndome un poco acongojada ante la presencia de aquella mujer tan pálida, tenía la sensación de que era una personalidad importante en Ialanthilïan. Ambas mujeres se volvieron hacia mí y Atlantia dijo:
-Cielo sobre Agua, te presento a la reina Titania, reina de Reinas y soberana de Lunarïe, el mundo en el que encuentras. 
La reina Titania se volvió hacia mí y me dijo, con una leve sonrisa:
-Bienvenida, Aqua, al reino de la eterna noche.
 
 
 

 

domingo, 17 de marzo de 2013

Ithirïe

La primera vez que vi las enormes pirámides de Ithirïe me quedé impresionada.
Por su fachada ascendían, sinuosas, las enredaderas y el musgo. Conté hasta cuatro pirámides que se alzaban, orgullosas, hacia el cielo de Ithirïe. Cuando salimos de la densa vegetación que rodeaba a las pirámides, pude observar que entre las estructuras había una especie de plaza inmensa que llenaba el espacio que separaba las pirámides. Estaba hecha de una material marmóreo y, en el centro, había un dibujo tallado en muchos colores pero no pude identificar qué era exactamente. Parecía una especie de serpiente, pero no estaba segura. Mientras, el sol del atardecer lo bañaba todo con su luz anaranjada. Lo más extraño era que no se oía absolutamente nada, sólo el susurro del viento entre las hojas y alguna que otra ardilla que enredaba con las ramas en el bosque que quedaba a mis espaldas, y que rodeaba a las pirámides y la plaza. La voz de la mujer me sacó de mis ensoñaciones, susurrando:
-Escúchame bien, y haz caso de lo que digo, yo ahora tengo que irme pero, pase lo que pase, no salgas de aquí hasta que te vuelva y te haga una señal. Aún no conoces a mi pueblo y has venido, digamos... En un momento delicado.

Me quedé muy intrigada con aquello y un poco molesta de que aquella mujer me hablase en un tono tan autoritario, pero le prometí que lo haría: "Tengo que hacer caso de ellos, que ya conocen este extraño mundo, hasta que aparezca Atlantia..." pensé, suspirando resignada.
La mujer se volvió con la cesta y yo volví la vista de nuevo hacia la plaza. De repente, me di cuenta que no sabía su nombre y, cuando me volví para preguntarle... Había desaparecido. 
Suspiré, resignada: "Vale, todo muy lógico" pensé con ironía. Pero, ¿qué era lógico en todo aquello? De repente, una imagen de mis padres apareció en mi mente, y la preocupación me visitó desde que había llegado a Acuarïe. Estarían buscándome... Tenía que hablar con Atlantia y regresar a mi mundo para hacer, al menos, acto de presencia. Pero, ¿cómo?
Escuché el sonido de un instrumento, era de percusión y tenía mucho ritmo. Luego, otros instrumentos se unieron y la canción adoptó un ritmo más moderno, más... más... humano. Una voz masculina pero extrañamente joven comenzó a cantar algo sobre pasar el limbo y me volví hacia la plaza, en el medio de la cual había un grupo de mujeres que danzaban de manera muy parecida a los africanos, era un baile con mucho ritmo y las mujeres lo marcaban muy bien. En sus manos y pies relucían, hermosas, unas pulseras de oro que tintineaban a cada movimiento. 
Busqué de donde provenía la voz y vi en lo alto de una de las pirámides de la derecha una figura que comenzaba a bajar al mismo ritmo de la música por las escaleras de la pirámide que daban a la plaza. De las otras pirámides empezaron a bajar más personas, niños, mujeres, hombres... Todos moviéndose totalmente sincronizados y de manera espectacular. 
El ambiente que se había creado en la plaza era increíble y, aunque no eran muchos, yo conté unos doscientos, con sus movimientos llenaban la plaza y hacían que mi cuerpo quisiera moverse al mismo ritmo que el de ellos. 
En ese mismo instante, una cara conocida se acercó al límite de la plaza en la que estaba yo, escondida entre los troncos de los árboles. La mujer que me había encontrado, junto con otras cinco, colocó las manos en el suelo y yo me quedé petrificada, porque, bajo sus manos, el material marmóreo se partió y, de las grietas surgieron unas serpientes, dos por cada mujer, que se enrollaron en sus manos.
Yo me tapé la boca para no gritar, mientras veía cómo las serpientes se enrrollaban en el talle de las mujeres y cómo estas se dirigían hacia el centro de la plaza, donde los bailarines abrieron un espacio central, en el que las mujeres se colocaron. 
Ellas abrieron los brazos, las serpientes se deslizaron por los troncos femeninos para continuar por los brazos y terminar uniéndose con la serpiente de la otra mujer que tenían al lado. Así, se terminó formando un enorme círculo, ya que los reptiles eran muy largos, cuyos componentes eran las mujeres y las serpientes. La figura que bajó anteriormente por la pirámide se colocó en el centro del círculo, no sin antes pasar bailando el limbo por la unión que formaban las serpientes de la mujer a la que yo había conocido y otra que estaba a su lado de pelo castaño. 
Me di cuenta, aunque estaba lejos, de que la figura tan sólo era un chico que parecía de mi edad, quizás uno o dos años mayor que yo y que, a sus espaldas, comenzaron a abrirse dos preciosas alas traslúcidas de color verdoso. Me di cuenta de que estaba ante Bella Gente y que ellos habían sido los primeros a los que había visto las alas, ya que el resto de la multitud también había comenzado a desplegar sus alas. Algunos se alzaron, flotando levemente en el aire, mientras seguían bailando al ritmo de la música y de la voz de aquel chico. 
De repente, una fuerza misteriosa, no sé si fue la música, no sé si fue la mujer, me empujó a caminar hacia el círculo mientras sentía cómo Mireia (ya había aprendido a identificarla en mí) se agitaba, nerviosa y excitada, porque intuía que algo excepcional iba a pasar. 
Así fue, me dirigí hacia el círculo y pasé bailando perfectamente el limbo, bajo la misma unión que había elegido el chico. Miré a la mujer a los ojos y esta me respondió moviendo la cabeza hacia el chico que estaba en el centro del círculo.
Yo me giré y...
El corazón se me paró.
Dos ojos verdes impresionantes me miraron, inquisitivos y divertidos, los cuales estaban enmarcados en un bello rostro, que estaba rodeado por el cabello más sedoso y bonito que hubiera podido ver jamás. Era del color de la tierra, oscura, pero también clara. 
Se acercó a mi y cuando me cogió por la cintura, mis pensamientos se dividieron en dos, uno venía de mi sentido común: "¿Qué hace? Muchas confianzas tiene este contigo para cogerte así, como no te suelte verás..." Sin embargo, mi corazón decía: "Déjate llevar, ¿qué más da?" Y, como siempre, ganó el corazón al sentido común. 
Me dejé guiar por su baile y por sus ojos, que se clavaban en los míos. Dimos vueltas por el círculo siguiendo la música y su voz y, cuando la canción terminó, él me soltó, dejándome en medio del círculo. Vi cómo las serpientes bajaban del círculo y cómo se enrollaban en sus alas, las que aguantaron estoicamente. El chico de ojos impresionantes dijo algo en un idioma desconocido y los presentes gritaron algo que sonó a: 
-¡REY SERPIENTE! ¡REY SERPIENTE! 
Parece que mi cerebro despertó y pensé, alegrándome de saber que aún era yo y que aquel chico no me había hecho perder la cordura: "Mucho no se han currado el nombre, la verdad" 
La música se desvaneció y, con ella, las serpientes. 
El chico se volvió hacia mí y dijo:
-Saludos, chica nemhirie. Me presento, mi nombre es Sheren y soy el rey de este reino, de Ithirïe.- ¡Era rey! Pero... ¿no era muy joven para serlo? Pero claro, aquello era otro mundo, no seguían los mismos criterios que en el mío, que en el de los humanos.- Supongo que ya habrás conocido a mi consejera mayor, Nirela. 
La mujer del pelo negro asintió educadamente. Yo conseguí sonreír, ante todo aquel cacao mental, mientras intentaba asimilar la información:
-Te damos la bienvenida a Ialanthilïan, el reino de la Bella Gente. 
-Gra... gracias...- murmuré, sonrojándome, tenía a todo un pueblo pendiente de mí. 
-Ahora te toca a ti, dinos, ¿cómo te llamas?- se acercó a mí y casi me perdí de nuevo en sus ojazos. ¿Así cómo quieres que conteste?
-Me llamo... Ciel... Bueno, Aqua- mejor seguir manteniendo mi identidad.- Soy humana, estaba paseando por la playa cuando, de repente, he aparecido al lado de un gran lago aquí, en este bosque. 
Sheren arrugó su frente, en un gesto de confusión, y dijo, volviéndose hacia Nirela:
-¿Playa? Normalmente aparecen cuando están en un bosque ¿no?
-Así es, mi señor. Pero recuerde que estamos en pleno verano nemhirie, y esta época es muy confusa para la magia. 
-Es verdad... Es verdad...- dijo el joven monarca, asintiendo, luego se dirigió hacia los presentes y dijo, en voz alta y enérgica.- Doy por concluida esta ceremonia, gracias por aceptarme como vuestro rey y...
Dijo unas pocas palabras más en el extraño idioma y sus súbditos lo aclamaron en el mismo idioma. Luego, desaparecieron tan rápido en el bosque como habían llegado, unos volando, otros a pie. 
Nos quedamos solos en la plaza Sheren, Nirela y yo. El rey dijo:
-Nirela, ordena que preparen una habitación a Aqua, mañana será otro día. 
Ella pareció confusa y me miró:
-Pero... ¿no la vamos a llevar de vuelta a su mundo?- me estaba empezando a cabrear; ¿decidían mi futuro como si yo no tuviera ni voz ni voto? Además, si me llevaban de nuevo al mundo nemhirie, ¿cómo iba a volver con Atlantia?
Sheren la miró fijamente y yo me di cuenta que Nirela parecía mucho más joven de lo que parecía, quizás dos o tres años mayor que Sheren y yo. El chico le dijo:
-No de momento, tengo que preguntarle algunas cosas antes de eso. Además, ¿no sabes la nueva ley de Titania?
Nirela pareció confusa y dijo:
-No.
Sheren fue cortante:
-Pues te informas... Ahora, por favor, ¿puedes ir a hacer lo que te he dicho?
Nirela cerró la boca, que se le había quedado abierta por la impresión y dijo, seria:
-Está bien, majestad- se dio media vuelta, no sin dedicarme antes una mirada de... ¿Rencor? ¿Envidia? ¿Venganza? Ya me había ganado una enemiga en aquel mundo; "perfecto" pensé, irónica. La voz del rey me sacó de mis pensamientos:
-Perdónala, a veces es un poco... Como decirlo... Áspera.
-Cuando me encontró parecía amable- dije, y no era mentira, parecía una persona simpática.
-Ya, supongo, es una costumbre aquí en Ithirïe recibiros... Recibir a los humanos con hospitalidad. Luego, con el paso del tiempo, algunos pierden las buenas formas...- dijo, con los ojos en blanco. Yo sonreí, me caía bien Sheren, era muy sincero.- ¿Me acompañas?
Yo asentí y lo seguí hasta el bosque. Paseamos en silencio, mientras la noche caía sobre Ithirïe. Yo miraba de reojo a Sheren y observaba su perfil, aún no me creía que aquel chico fuera rey de aquel reino verde, supongo que me acostumbraría a aquellas locas costumbres (viva la redundancia). Suspiré en silencio, mientras observaba sus alas a escondidas.
Unos minutos más tarde, al llegar a un claro, Sheren paró y yo le miré:
-Vale, Aqua, seamos realistas y dejemos de fingir...- me miró fijamente y yo me hundí en su mirada esmeralda.- Sé que no eres quien pareces ser...

Continuará... 

viernes, 1 de marzo de 2013

Ialanthilïan

Bueno... Ahora viene la parte confidencial, el "top secret" de Acuarïe: El entrenamiento al cual me sometí con Atlantia de mentora para controlar mis poderes y saber cómo usarlos. Juré que no revelaría nada sobre él y debo de mantener mi promesa, lo único que puedo decir que fue increíble, magico, impresionante... Me sentí muy a gusto conmigo misma y, sobre todo, con Mireia, me ayudaba en todo lo que podía, pero sin salir jamás de nuevo como cuando había aparecido en mi cuerpo ante Atlantia, la primera noche que pasé en Acuarïe. 
Aprendí a manejar mis poderes tal y como lo hacía Mireia cuando... Bueno, cuando tenía un cuerpo propio. A veces, caía rendida ante tanto entrenamiento y al día siguiente no podía casi moverme, ahí Mireia también ayudaba mucho, parecía transmitirme parte de su fuerza y voluntad. En el fondo, estaba bien haberla conocido, yo estaba muy agradecida con ella y, aunque nunca lo dije en voz alta, estaba segura de que ella lo sabía... ¡Pirañas! Estaba dentro de mí, compartía sentimientos y emociones con mi verdadero 'yo'.
Tan sólo puedo decir que tardé varios meses en dominar medianamente bien mis poderes (aún todavía hoy los estoy refinando, como se suele decir) como para poder salir de Acuarïe a Ialanthilïan, y aquí comienza mi parte favorita de la historia, la acción.

Espero que recordéis que, al principio, os hablé de que en Acuarïe, había una especie de templo griego con columnas de mármol blanco que reflejaban la luz del sol, yo nunca había entrado allí, nunca hasta esa tarde, cuando Atlantia me llamó para comunicarme algo muy importante.
Estaba sentada en la sala principal, la mayor y más majestuosa sala de su palacio, en un trono de piedra de color azul oscuro que, al principio, me dio mala impresión, no sé por qué, pero, al verlo, creí vislumbrar la sombra de un recuerdo fugaz en mi mente... ¿O tal vez en la de Mireia? Creí vislumbrar pena, rabia, indignación... Creí escuchar el susurro de una voz en mi oído: "Antigua, yo soy la antigua..." Un escalofrío me recorrió la espina dorsal y, aunque la sala estaba iluminada bellamente a través del techo de cristal, parecía que los rayos del sol se resistían a tocar aquel trono, y los que lo hacían, parecían desvanecerse lentamente, consumiéndose... La voz de Atlantia, afortunadamente, me sacó de mis sombríos pensamientos:
-Bueno, Aqua, creo que has progresado bastante, aún te queda mucho por aprender pero hay que reconocer que eres inteligente y creo que eso te vendrá muy bien porque, como dice ese refrán nemhirie: "Más vale maña... que... que... ¿puerta? ¿tuerta?" 
Yo sonreí para mis adentros y dije:
-Más vale maña que fuerza, majestad.- Parecía que Atlantia no dominaba aún el lenguaje nemhirie, al menos, lo intentaba, mientras que ella me enseñaba a luchar, yo le mostraba algo de los nemhiries.
-¡Eso! Gracias, Aqua. "Más vale maña que fuerza", "más vale maña que fuerza"...-repitió, en voz baja, luego continuó.- Bueno, pues creo que estás preparada para salir de Acuarïe y conocer el resto de Ialanthilïan.
Debí poner tal cara de susto y sorpresa que enseguida añadió, sonriendo:
-No te preocupes, yo estaré contigo. Nuestro mundo es un gran mundo, lleno de gente de todas clases... ¡Oh!- Atlantia pareció acordarse de algo importante.- Una cosa importantísima si quieres integrarte y sobrevivir en Faerie, jamás, y repito, jamás, te dirijas a nadie con la palabra "hada", es un insulto para nosotros que nos llamen así.
-¿Entonces?- no podía creérmelo, me había pasado toda mi vida insultando a estos seres alados llamándoles "hadas".
-Nosotros nos hacemos llamar "Pueblo Bello" o "Bella Gente".
Memoricé el nombre y, después, seguí a Atlantia fuera de la sala, de verdad, os juro que sentí como si me quitaran un peso de encima cuando dejé de ver el trono, qué horror.

Seguí a Atlantia hasta el templo griego y, una vez allí, caminamos entre dos grandes columnas de la entrada para pasar a una gran sala oscura tan sólo iluminada por una luz turquesa que desprendía un pequeño lago (¡Sí! Un lago bajo el agua como si estuviera en tierra seca) que había en el centro de la gran sala. Las paredes estaban decoradas con más dibujos como los que se reflejaban en el suelo en el pasillo del palacio, parecían querer salir de las paredes de mármol y atraparme en sus desconocidos mundos. Atlantia me llevó hasta el lago y, juntas, observamos las aguas sin fondo hasta donde nos alcanzaba la vista, unos pececillos de colores nadaban en él y mi reina murmuró:
-Ilanthilïan está dividido en seis mundos: Acuarïe, nuestro hogar, el reino de las tranquilas y bellas aguas, Ithirïe, reino de los densos bosques y las pirámides, Lunarïe, reino de la noche perpetua, su antagonista, Solarïe, el reino de los seis soles y el día perpetuo, Airïe, el reino del dulce y fresco aire, y Firïe, el reino del fuego. Este era antes el Reino Blanco, el reino de la nieve pura y fría, y se está transformando en el reino del fuego, pero esta es una larga historia- miré de nuevo al lago y conté que, extrañamente, había cinco peces, cada uno de un color distinto.
Atlantia calló, supuse que fue para, una vez más, dar emoción y dijo: 
-Ahora, Aqua, vamos a viajar desde Acuarïe a alguno de estos reinos, el Lago de la Ida es caprichoso y vulnerable, así que no sé dónde nos puede enviar.- "Gracias, eso me tranquiliza" pensé, irónica.- Cuando yo te diga, salta al lago, quédate quieta y, pase lo que pase, no abras los ojos. 
Yo asentí, nerviosa y coloqué un pie más adelantado que el otro, para poder lanzarme al agua mejor. Vi cómo Atlantia hacía aparecer su máscara de la nada y yo le miré, interrogante:
-Tú puedes respirar aquí, en Faerie y en el mundo nemhirie, pero yo no.- Claro, ella era acuarïe por completo, no tenía nada de nemhirie, aunque eso de ser medio nemhirie en los poderes no influía positivamente, en el tema de la respiración sí. No todo iba a ser malo.
La reina de Acuarïe se terminó de colocar la máscara y dijo:
-Ahora.
Me impulsé hacia delante y caí en el lago limpiamente, casi sin salpicar, cerré los ojos y sentí las ondulaciones del agua junto a mí, Atlantia ya estaba dentro también. Cerré los ojos y comencé a sentir los pequeños peces nadar a mi alrededor, la luz del lago pareció aumentar de intensidad y yo cerré los ojos con más fuerza. 
De repente, sentí un roce en mi mejilla y la luz me tragó.

Desperté con los cantos de los pájaros que rasgaban el aire y casi me cegué cuando abrí los ojos y el sol se reflejaron en ellos. Parpadeé hasta que mis ojos se acostumbraron a la claridad y me incorporé sobre los codos, encontrándome de cara con una gruesa raíz de un gran árbol que se hundía en la tierra fuertemente, se agarraba a ella. Me apoyé en la raíz y me senté con la espalda pegada a ella, preguntándome dónde me encontraba. A mi alrededor, árboles grandes de gigantescos troncos se elevaban sobre la tierra y los rayos del sol se reflejaban en el suelo y en el gran lago en cuya orilla me había despertado. 
Sobre mí, se extendía un gran cielo anaranjado de atardecer y, de repente, comencé a escuchar una voz femenina que cantaba un poco más allá. Me miré en el reflejo del lago, curiosamente, extrañamente y por alguna razón sin explicación, no estaba mojada, sino que mi ropa, un vestido de tirantas al estilo griego blanco-azulado, estaba complemente seca, como si jamás hubiera estado en un mundo submarino nadando en él como quien va tan tranquilo por su casa. 
Me dirigí hacia la voz y, un poco más dentro del bosque vi a una mujer vestida con una falda larga hecha de algún material muy fino y un top del mismo material que recogía frutos de un árbol. Tenía un pelo precioso negro e iba descalza, al igual que yo. Estaba de espaldas a mí y yo dije:
-¡Hola! ¿Puedes ayudarme?
La pobre mujer dio tal respingo que se le cayó la cesta y todo su contenido rodó por el suelo. Se dio la vuelta, me miró con unos grandes ojos oscuros y dijo:
-Vaya... qué susto... Hola, ¿quién eres?
En ese instante, me acordé de Atlantia, ¿dónde estaba? ¿Qué haría ella? ¿Revelaría su verdadera identidad si fuera yo? "Menos mal que iba a estar conmigo" de nuevo, la fantástica ironía... Finalmente, decidí optar por lo fácil:
-Me llamo Aqua, pero no sé cómo he venido a parar aquí, estaba paseando por la playa cuando de repente, he aparecido aquí- media verdad, media mentira. Me agaché y comencé a recoger la fruta, dejándola en la cesta, la mujer se agachó también y dijo, sonriendo:
-Entonces, tranquila, no eres la primera que apareces así porque sí aquí. Les pasa a varios nemhiri... esto... humanos...- ¡Claro! Podría seguir manteniendo mi papel de humana, podría hacerlo, sólo hasta que consultase a Atlantia. Fue ella quien me dijo que muchos humanos entraban en Faerie queriendo o sin querer (la mayoría sin querer), sólo estando en el momento y sitio adecuados.
-Vaya...- fingí sorpresa y dije.- Entonces, ¿dónde estoy?
La mujer terminó de recoger la última fruta y, cogiendo la cesta, se puso en pie, yo con ella. Me miró y dijo:
-Estás en Ialanthilïan, mundo de la "Bella Gente", concretamente en uno de los seis reinos de lo componen: Ithirïe.

Continuará...

viernes, 8 de febrero de 2013

La llegada III

No podía renunciar a mi vida humana, pero sentía como si Acuarïe, ese mundo submarino que, en aquel entonces, era desconocido para mí, me llamara... Me incitara a quedarme en él, descubriendo sus secretos y llegándole a querer tanto como amaba mi mundo huma... esto... nemhirie. 
Así que decidí quedarme con los dos.
Ahora, Atlantia me había tomado de la mano y me llevaba con ella hacia la puerta, saliendo de la habitación:
-Ven, quiero enseñarte algo.- me dijo.
Yo la seguí sin dudar, con una extraña curiosidad que hacía que quisiera salir de aquella habitación al exterior, deseando ver de cerca el que sería mi segundo hogar. 
Salimos de la habitación y, ante nosotras, un largo pasillo de mármol blanco se extendía a derecha e izquierda, Atlantia tomó la dirección de la derecha y me condujo a través de aquel interminable pasillo en el que, a ambos lados de él, se abrían más puertas y alguna que otra ventana por la que entraban los bellos rayos del sol, iluminándolo. El techo parecía hecho de cristal, y aunque era transparente, no dejaba entrar tanta luz como las ventanas por algún extraño motivo. Sino que la luz que entraba a través de aquella alargada cristalera, era menos intensa que la que se filtraba por las ventanas, creando aureolas de luz en el suelo y en las paredes, no estoy muy segura, pero en las figuras de luz que se proyectaban sobre el suelo me pareció ver algún que otro paisaje inusual... Recuerdo que, en uno de ellos, se veía una pirámide que me recordó a las que hacían los mayas, en otro, un palacio de torres elegantes y afiladas que se alzaban hacia un cielo lleno de estrellas, en otro, seis círculos, no me preguntéis por qué pero al verlos pensé en el Sol, formando un arco precioso, un barco que parecía navegar sobre una especie de mar esponjoso... "Un mar de nubes" pensé, un poco sorprendida ante aquel pensamiento. Un poco más allá, se divisaba la imagen de la llama imperiosa de un fuego...

Las imágenes eran preciosas y parecían tener movimiento propio, me encantaron. Llegamos al final del pasillo y Atlantia movió la mano que le quedaba libre como siquiera empujar algo invisible, sentí vibraciones en el agua que se encontraba delante de mí y la gran puerta de madera que estaba ante nosotras, se abrió lentamente, obedeciendo a la voluntad de Atlantia. Me quedé con la boca abierta y Atlantia rió:
-Terminarás acostumbrándote, Aqua.
Yo cerré la boca de nuevo, pero no duró mucho, porque, ante mí, el reino de Acuarïe se alzaba en todo su esplendor. 
Rizos de luz de sol se colaban por cualquier edificio, haciendo brillar la piedra blanca en los que estaban construidos, además, noté otra semejanza entre los edificios; todos tenían el mismo tipo de techado, todos tenían el maravilloso cristal traslúcido. No sabía por qué, pero, una parte de mí (supongo que Mireia) se sintió encantada por aquello, por aquel cambio, y también por volver a ver a su reino sano y salvo. Incluso esa especie de templo griego también tenía ese techo, miré a mis espaldas y contemplé el hermoso castillo que se presentaba ante mí y que había sido el primer lugar que había guardado mi sueño en mi primera noche en Acuarïe.
Estaba hecho también en piedra blanca, pero aprecié que esta estaba más pulida que las otras, la fachada era impresionante, calculé que medía por lo menos sesenta metros y creí que las grandes torres de forma circular que se divisaban desde allí casi rozarían la superficie del agua. Aprecié también que había algunas partes de la fachada adornada por algas de muchos colores, algunas de ellas cambiaban de color por la luz del sol, dando a la fachada del palacio un ligero toque coloreado que destacaba muy bien con el pálido blanco del muro:
-Uau...- fue todo lo que pude articular mientras veía cómo un banco de peces de color negro pasaba ante las ventanas del palacio. 
Sentí la mirada orgullosa de Atlantia hacia el palacio:
-Yo no lo hubiera descrito mejor- sonrió.
-¿Lo has... construido tú?- pregunté, mirándole perpleja.
-Parte, no todo, simplemente he rejuvenecido Acuarïe, dándole un toque más... más...
-¿Humano?
Ella sonrió:
-Llamémoslo así.

Tras aquello, comenzamos a recorrer la ciudad a nado, yo me sentía extrañamente como en casa, podía cruzar el agua sin hacer apenas algún esfuerzo, parecía como si las aguas de Acuarïe fueran mucho menos densas que las de los mares nemhiries. Además, cada vez me iba acostumbrando un poquito más a esas sensación de poder respirar bajo el agua, ciertamente, era una sensación rara, pero yo me sentía bien. 
Cruzamos la ciudad y llegamos a un claro a las afueras de esta, Atlantia paró y me dijo, señalando el horizonte:
-Mira, Aqua.
Yo obedecí y quedé atónita, era un atardecer, vale, puede que sea un  atardecer normal y corriente para algunos, pero para mí era muy especial y me sentía afortunada de poderlo contemplar. Veía como los rayos del sol se hundían en el mar... ¡pero desde dentro de este! 
Fue impresionante, la luz rojiza del atardecer se derramaba a través de la tierra que se encontraba bajo mis pies, haciendo brillar las plantas y dando a mi piel un extraño color entre anaranjado y dorado. Dos lágrimas cayeron por mi rostro, sintiendo cómo Mireia y mi "yo", Cielo sobre Agua, se conmovían. El espectáculo se prolongó lo que debieron de ser varios minutos, después, la tierra se tragó los últimos resquicios brillantes del sol y la luz de la luna tiñó de plata el mar de Acuarïe. 

Caí en la cuenta de que Atlantia no había dicho una palabra en todo ese tiempo y me volví hacia ella, cuya mirada parecía estar cargada de... ¿emoción? Al cabo de unos segundos, habló, solemne:
-Bien, Cielo sobre Agua, que Mireia te haya elegido a ti para acompañarte durante toda tu vida no ha sido casualidad, no ha sido el azar el que ha hecho que Mireia se decidiera por ti... Cuando las acuarïes murieron aplastadas bajo toneladas de arena -un escalofrío recorrió mi espalda.- sus almas se separaron de sus cuerpos y viajaron al mundo nemhirie con una sola misión, con un solo objetivo: encontrar aquellas humanas recién nacidas o a punto de nacer que formaran la nueva generación de Acuarïe. Y tú fuiste elegida. No me preguntes cómo lo sé, porque es una larga historia y ahora mismo sólo me interesa que contestes a esta pregunta.
Atlantia calló, mirándome a los ojos, verde acuoso contra marrón oscuro, indagando en mi interior:
-Cuando te pregunté sobre qué vida elegirías y tú dijiste que las dos, lo tuve claro, sabía que Mireia sabía qué tenías que hacer. Ahora bien, dime, Cielo sobre Agua, ¿aceptarás ayudarme a encontrar y traer a Acuarïe a todas las demás chicas en cuyo interior poseen a una acuarïe de antaño, como tú?

Callé, totalmente sorprendida, no sabía qué conllevaría esa misión, no sabía ni siquiera exactamente qué clase de ser vivía en mi interior, vale, tenía una ligera idea, pero si tenía que convencer a otras como yo para que se aceptaran tal y cómo son, primero tendría que conocerme a mí misma, ¿no? Mi cara, otra vez, debía de ser una mezcla de sorpresa, miedo y admiración ante esa petición tan mágica, por lo que Atlantia sonrió y dijo:
-Claro que yo te enseñaré a usar tus poderes y los diferentes secretos que tienen tus poderes y este mundo, primero conocerás Acuarïe y luego, saldrás a Ialanthilïan. Ya verás, te gustará. 
-Está bien, acepto- sonreí tímidamente, y Atlantia sonrió, no estuve muy segura en aquel momento, pero me pareció verla suspirar, aliviada, como si se hubiera quitado una preocupación de encima.
La verdad es que creo que, en ese momento, hice bien al aceptar, era justo lo que necesitaba. Alguien que me ayudara a realizar la misión y conocer más y mejor a Mireia, a mi parte de acuarïe, y... ¿quién dijo que aprender no sería divertido?

Continuará...

sábado, 12 de enero de 2013

La llegada II

MireiaVale, recapitulemos, estaba en un palacio bajo el mar, con una mujer que decía que era un ha... Bella Gente, que además me aseguraba que yo pertenecía a ese mundo, a un mundo que estaba sumergido en el mar de... ¡Espera! Porque esa era otra, ni idea de en qué mar de la Tierra estábamos, Atlantia había dicho que pertenecía a un reino llamado Ialanthilïan: "El reino de las hadas, Cielo sobre Agua", me dije a mí misma...
Era todo tan confuso.
De repente, caí en algo muy importante, a ver, yo era humana y se supone que los humanos no puede respirar bajo el agua, entonces, si esa idea seguía presente y omnipotente, ¡¿qué hacía yo allí, viva?! Porque lo mejor es que respiraba como si aún estuviera en la playa. 
Me toqué la cara.
Nada.
Ni una mascarilla de plástico conectada a bombas de oxígeno ni nada que un humano normal y corriente hubiera necesitado para llegar hasta esa profundidad sin ahogarse. Me giré para hablar con Atlantia y no pude hablar, porque la mujer se había quitado la máscara con la que la vi en la playa, rebelando su verdadero rostro.
Sus ojos tenían un extraño color verdoso y brillaban como la plata, su rostro era fino como sus labios y su nariz, pequeñita. Los cabellos azulados flotaban a su alrededor y me miraba atenta, como intentando adivinar mi reacción, al fin, dijo:
-Sé que no es algo fácil de asimilar pero es la verdad Cielo sobre Agua, tú no eres humana, tienes rasgos porque has nacido de padres humanos pero no lo eres en el fondo de tu ser. 
Algo dentro de mí se volvió a agitar, dándole la razón y dije:
-Pero... es imposible... Nunca... 
-¿Nunca has tenido ninguna experiencia que te hiciera cuestionarte quién eres en realidad?- Atlantia se sentó en el tocador y, en el espejo, sonrió.- Claro, tu alma no te iba a decir a grito pelado: "¡No soy humana! ¡Pertenezco a otro mundo!" Es algo imposible... Pero seguro que, en alguna ocasión te has sentido diferente, y seguro que el agua estaba presente.
Hice memoria y me acordé de algo:
-Una vez, unas amigas y yo, sin decir nada a nuestros padres, decidimos ir a hacer una excursión al bosque que hay junto al pueblo en el que vivo. Salimos por la mañana y, al mediodía, paramos para descansar al lado de un río precioso, pero como estábamos cerca de su nacimiento, la corriente era fuerte. Una de mis amigas, mientras corría detrás de otra amiga porque esta última le había hecho una broma pesada, se cayó al río. Se sujetó a una roca, pero la corriente era fuerte y no nos iba a dar tiempo a volver al pueblo para ir a buscar a alguien que nos ayudase, una de mis amigas cogió nuestras sudaderas y las enrolló haciendo una cuerda para lanzarle a la pobre chica- hice una pausa, recordando.- Cuando la cogió, tiramos para sacarla de allí, éramos muchas y la chica nadaba todo lo deprisa que podía, pero aquello se nos hacía cuesta arriba. Estábamos todas desesperadas y yo deseé, quizás también a la desesperada, que el río parara sólo un momento, sólo el tiempo suficiente para sacar a mi amiga de él. De repente, la corriente furiosa se transformó en un suave lecho de agua y todas, aún sin comprenderlo, no quisimos tentar a la suerte y tiramos con todas nuestras fuerzas, sacando a la chica de allí. Lo extraño es, que cuando volví a mirar al río, mis labios murmuraron inconscientemente un: "Gracias" e, instantáneamente, volvió a correr tan rápido como antes. 

Callé, recordando que mis amigas se quedaron con la boca tan abierta como yo, pero no le dieron más importancia ya que la chica rescatada estaba temblando y totalmente empapada, por lo que nuestra prioridad era volver al pueblo. Atlantia interrumpió mis pensamientos, y, mientras se peinaba lentamente con un cepillo que había cogido del tocador, sonrió y dijo:
-La forma que usó tu alma acuarïe para manifestarse en ese momento fue como defensa ante el peligro, conseguiste, mediante el fuerte deseo de salvar a tu amiga, que tu parte no humana se revelara y se pusiera en contacto con el río, que era parte de su ser, del agua. 

Os mentiría si dijera que en ese instante entendí todo lo que la reina me dijo, así que, lo único que puedo deciros es, sencillamente, que no podía creerme que todo eso me estuviera pasando a mí. Mi cara volvería a ser un poema, por lo que Atlantia se levantó y, volviéndose hacia mí, continuó:
-Pero tu esencia de acuarïe no es tuya propiamente, sino de otra acuarïe que un día vivió aquí y que se ha refugiado en ti. 
"Perfecto, ahora estoy poseída" pensé, irónica. Pero como no podía estar más tiempo callada, dije:
-¿Tengo a otra persona viviendo dentro de mí?
Atlantia rió y su risa sonó a la caída del agua de una cascada:
-No es así cómo funciona, es demasiado largo y complicado de explicar, puede que algún día llegues a entenderlo, pero hoy creo que lo único que podría hacer sería contarte la historia de ese ser etéreo que vive en tu interior, protegiéndote. ¿Te gustaría escucharla?
Asentí y me senté en la cama, qué más daba otra extraña cuestión más, si total, lo más grave ya había pasado. Ahora tocaba aceptar la situación:  
-Pues bien, te haré un resumen, ya que la historia de Acuarïe es muy larga y, si tienes interés podrías leerte el "Libro Magno de Acuarïe" donde se cuenta toda la historia...- aquel "Libro Magno de Acuarïe" sonaba a un gran volumen de páginas amarillentas, con polvo en las tapas... "¿Se podía cubrir un libro de polvo bajo el agua?" os juro que, ahora, cuando pienso en esa estúpida pregunta que me hice en aquel momento me entran ganas de pegarme. Pero claro, en aquel momento y con todo ese cacao mental, aquella pregunta parecía lo más lógico del mundo.
Entonces, me perdí en la voz de Atlantia, que hablaba de cuatro chicas excepcionales, que habían recorrido todo Ialanthilïan, que eran amigas, que habían hecho cosas excepcionales... Entre ellas, una que mi corazón y el de Atlantia nunca olvidarán, una de esas chicas, una de pelo verde, restauró, no, mejor dicho, revivió a Acuarïe, del desierto en el que se había convertido por un hechizo, en el gran océano que era antes y ahora... 
-Yo conocí a esa chica y a sus amigas, yo le reproché que había sido la única superviviente después de la catástrofe, ya que había sido su madre quien conjuró el hechizo- Atlantia miró por la ventana, su mirada se perdió en un recuerdo lejano.- Ellas me ayudaron, ellas me colocaron en el trono de Acuarïe, ellas eran y son... mis amigas, puede que las únicas verdaderas amigas que he tenido. ¿Sabes Cielo sobre Agua...?
-Llámame Aqua- le dije.
Una media sonrisa asomó en sus labios y continuó:
-¿...Aqua? Las acuarïes de antaño éramos frías y cerradas, traicioneras y silenciosas... La acuarïe que vive en ti lo sabe bien, ya que era una de mis amigas, se llamaba Mereia y era la persona en la que más confiaba. Me cegué tanto en la confianza que no vi la traición que me aguardaba, le conté uno de mis secreto más privados y no se lo pudo callar, se lo contó a otra y el rumor se propagó hasta que caer en manos de alguien que me odiaba a muerte y que lo fue pregonando de marea en marea, hasta que todo Acuarïe lo supo. Todo el mundo sentía lástima de mí y eso me molestaba muchísimo, odiaba que me vieran como alguien débil y, a partir de ese momento, perdí la poca lealtad y sinceridad que me quedaba y me volví como las otras. 

De repente, sentí la necesidad de pedir disculpas, no sé por qué si yo no había hecho nada, pero tenía que hacerlo:
-Perdóname, Atlantia.
Ella pareció salir de su ensoñación y me miró, con el ceño fruncido:
-¿Mi... Mireia?
-Sí, soy yo, bueno, en parte...- las palabras escapaban de mis labios, había perdido todo el dominio sobre mí, mis labios, sin yo quererlo, se curvaron en una media sonrisa y otra parte de mí, supongo que sería la que no pertenecía a Mireia, se asustó, ¿qué estaba pasándome?
Atlantia estaba cada vez más sorprendida:
-¿Cómo es posible?
-No puedo decir nada más Atlantia, esto me agota, sobreponerme a la esencia de Aqua me sobrepasa y puede que no lo pueda volver a a hacer, sólo quería pedirte perdón por lo que hice, sé que estuvo mal... Pero, como has dicho, antes no éramos como las que tienen que ser ahora.- dijo Mireia, con mi voz, y a pesar de que aquello me asustase, pude sentir cierta curiosidad por aquella última frase "no éramos como las que tienen que ser ahora..."- Adiós, Atlantia, suerte...

Su voz se apagó en mi voz y pude sentir cómo todo volvía a ser como antes en mi interior, Mireia no volvería a salir de aquella forma, lo supe en aquel momento, todo lo que quería decir ya estaba dicho y, cuando hablé, lo hice como yo quería, con mis palabras:
-¿Qué... ha sido eso?- estaba asustada, y necesitaba urgentemente una explicación.
Atlantia me miró a los ojos, no lo puedo decir con seguridad, pero parecía que también estaba un poco sobrecogida con la repentina aparición de su amiga fallecida:
-No te lo puedo asegurar, Aqua, pero pienso que ya no volverá a suceder... Te perdono, Mireia.
Sentí una pequeña agitación de alegría y pude sonreír, esta vez era yo la que sonreía, de momento, me llevaba bien con Mireia, por rara que fuese mi... nuestra situación. Atlantia se acercó a mí y me tomó de las manos, mirándome a los ojos, me dijo:
-Aqua, escucha, esto es muy importante, conocer esto- me soltó una mano para trazar un semicírculo en el aire (o agua, mejor dicho) abarcando el inmenso océano que nos rodeaba.- Tiene sus riesgos, conocer quién eres de verdad, también. Puedo asegurarte que tus padres, tu familia, tus amigos... no saben quién eres, qué eres. Te conocen como Cielo sobre Agua, su hija, nieta, sobrina, amiga... Y nada más, pero tú eres la responsable de la decisión que vas a tomar ahora, dime, Cielo sobre Agua; prefieres quedarte en el mundo nemhirie y vivir como tal, pensando que tus pequeñas hazañas como las del río son pura suerte, o bien, quedarte aquí, en Ialanthilïan, conocer todos sus secretos y aprender a ser una acuarïe, lo que en verdad eres.

Atlantia me miró, expectante, y yo aparté la mirada de sus ojos, aquella era la decisión más dura que tendría que tomar en toda mi vida, u olvidaba mi vida humana, mi familia, mis amigos, mis sueños en aquella vida y me entregaba a vivir como aquella mujer, a la que conocía desde hacía media hora. O le pedía que me devolviera a la playa en la que me encontró, paseando tranquilamente, sin preocupaciones de esencias, almas que no eran tuyas y seres míticos, y me resignaba a pensar que todo aquello había sido un sueño.
Fácil no era, desde luego.
Callé lo que debieron de ser varios minutos pero, al fin, contesté, mirando a los ojos de la reina Atlantia:
-Me quedo con ambas opciones.
Ella sonrió.

Continuará...