viernes, 8 de febrero de 2013

La llegada III

No podía renunciar a mi vida humana, pero sentía como si Acuarïe, ese mundo submarino que, en aquel entonces, era desconocido para mí, me llamara... Me incitara a quedarme en él, descubriendo sus secretos y llegándole a querer tanto como amaba mi mundo huma... esto... nemhirie. 
Así que decidí quedarme con los dos.
Ahora, Atlantia me había tomado de la mano y me llevaba con ella hacia la puerta, saliendo de la habitación:
-Ven, quiero enseñarte algo.- me dijo.
Yo la seguí sin dudar, con una extraña curiosidad que hacía que quisiera salir de aquella habitación al exterior, deseando ver de cerca el que sería mi segundo hogar. 
Salimos de la habitación y, ante nosotras, un largo pasillo de mármol blanco se extendía a derecha e izquierda, Atlantia tomó la dirección de la derecha y me condujo a través de aquel interminable pasillo en el que, a ambos lados de él, se abrían más puertas y alguna que otra ventana por la que entraban los bellos rayos del sol, iluminándolo. El techo parecía hecho de cristal, y aunque era transparente, no dejaba entrar tanta luz como las ventanas por algún extraño motivo. Sino que la luz que entraba a través de aquella alargada cristalera, era menos intensa que la que se filtraba por las ventanas, creando aureolas de luz en el suelo y en las paredes, no estoy muy segura, pero en las figuras de luz que se proyectaban sobre el suelo me pareció ver algún que otro paisaje inusual... Recuerdo que, en uno de ellos, se veía una pirámide que me recordó a las que hacían los mayas, en otro, un palacio de torres elegantes y afiladas que se alzaban hacia un cielo lleno de estrellas, en otro, seis círculos, no me preguntéis por qué pero al verlos pensé en el Sol, formando un arco precioso, un barco que parecía navegar sobre una especie de mar esponjoso... "Un mar de nubes" pensé, un poco sorprendida ante aquel pensamiento. Un poco más allá, se divisaba la imagen de la llama imperiosa de un fuego...

Las imágenes eran preciosas y parecían tener movimiento propio, me encantaron. Llegamos al final del pasillo y Atlantia movió la mano que le quedaba libre como siquiera empujar algo invisible, sentí vibraciones en el agua que se encontraba delante de mí y la gran puerta de madera que estaba ante nosotras, se abrió lentamente, obedeciendo a la voluntad de Atlantia. Me quedé con la boca abierta y Atlantia rió:
-Terminarás acostumbrándote, Aqua.
Yo cerré la boca de nuevo, pero no duró mucho, porque, ante mí, el reino de Acuarïe se alzaba en todo su esplendor. 
Rizos de luz de sol se colaban por cualquier edificio, haciendo brillar la piedra blanca en los que estaban construidos, además, noté otra semejanza entre los edificios; todos tenían el mismo tipo de techado, todos tenían el maravilloso cristal traslúcido. No sabía por qué, pero, una parte de mí (supongo que Mireia) se sintió encantada por aquello, por aquel cambio, y también por volver a ver a su reino sano y salvo. Incluso esa especie de templo griego también tenía ese techo, miré a mis espaldas y contemplé el hermoso castillo que se presentaba ante mí y que había sido el primer lugar que había guardado mi sueño en mi primera noche en Acuarïe.
Estaba hecho también en piedra blanca, pero aprecié que esta estaba más pulida que las otras, la fachada era impresionante, calculé que medía por lo menos sesenta metros y creí que las grandes torres de forma circular que se divisaban desde allí casi rozarían la superficie del agua. Aprecié también que había algunas partes de la fachada adornada por algas de muchos colores, algunas de ellas cambiaban de color por la luz del sol, dando a la fachada del palacio un ligero toque coloreado que destacaba muy bien con el pálido blanco del muro:
-Uau...- fue todo lo que pude articular mientras veía cómo un banco de peces de color negro pasaba ante las ventanas del palacio. 
Sentí la mirada orgullosa de Atlantia hacia el palacio:
-Yo no lo hubiera descrito mejor- sonrió.
-¿Lo has... construido tú?- pregunté, mirándole perpleja.
-Parte, no todo, simplemente he rejuvenecido Acuarïe, dándole un toque más... más...
-¿Humano?
Ella sonrió:
-Llamémoslo así.

Tras aquello, comenzamos a recorrer la ciudad a nado, yo me sentía extrañamente como en casa, podía cruzar el agua sin hacer apenas algún esfuerzo, parecía como si las aguas de Acuarïe fueran mucho menos densas que las de los mares nemhiries. Además, cada vez me iba acostumbrando un poquito más a esas sensación de poder respirar bajo el agua, ciertamente, era una sensación rara, pero yo me sentía bien. 
Cruzamos la ciudad y llegamos a un claro a las afueras de esta, Atlantia paró y me dijo, señalando el horizonte:
-Mira, Aqua.
Yo obedecí y quedé atónita, era un atardecer, vale, puede que sea un  atardecer normal y corriente para algunos, pero para mí era muy especial y me sentía afortunada de poderlo contemplar. Veía como los rayos del sol se hundían en el mar... ¡pero desde dentro de este! 
Fue impresionante, la luz rojiza del atardecer se derramaba a través de la tierra que se encontraba bajo mis pies, haciendo brillar las plantas y dando a mi piel un extraño color entre anaranjado y dorado. Dos lágrimas cayeron por mi rostro, sintiendo cómo Mireia y mi "yo", Cielo sobre Agua, se conmovían. El espectáculo se prolongó lo que debieron de ser varios minutos, después, la tierra se tragó los últimos resquicios brillantes del sol y la luz de la luna tiñó de plata el mar de Acuarïe. 

Caí en la cuenta de que Atlantia no había dicho una palabra en todo ese tiempo y me volví hacia ella, cuya mirada parecía estar cargada de... ¿emoción? Al cabo de unos segundos, habló, solemne:
-Bien, Cielo sobre Agua, que Mireia te haya elegido a ti para acompañarte durante toda tu vida no ha sido casualidad, no ha sido el azar el que ha hecho que Mireia se decidiera por ti... Cuando las acuarïes murieron aplastadas bajo toneladas de arena -un escalofrío recorrió mi espalda.- sus almas se separaron de sus cuerpos y viajaron al mundo nemhirie con una sola misión, con un solo objetivo: encontrar aquellas humanas recién nacidas o a punto de nacer que formaran la nueva generación de Acuarïe. Y tú fuiste elegida. No me preguntes cómo lo sé, porque es una larga historia y ahora mismo sólo me interesa que contestes a esta pregunta.
Atlantia calló, mirándome a los ojos, verde acuoso contra marrón oscuro, indagando en mi interior:
-Cuando te pregunté sobre qué vida elegirías y tú dijiste que las dos, lo tuve claro, sabía que Mireia sabía qué tenías que hacer. Ahora bien, dime, Cielo sobre Agua, ¿aceptarás ayudarme a encontrar y traer a Acuarïe a todas las demás chicas en cuyo interior poseen a una acuarïe de antaño, como tú?

Callé, totalmente sorprendida, no sabía qué conllevaría esa misión, no sabía ni siquiera exactamente qué clase de ser vivía en mi interior, vale, tenía una ligera idea, pero si tenía que convencer a otras como yo para que se aceptaran tal y cómo son, primero tendría que conocerme a mí misma, ¿no? Mi cara, otra vez, debía de ser una mezcla de sorpresa, miedo y admiración ante esa petición tan mágica, por lo que Atlantia sonrió y dijo:
-Claro que yo te enseñaré a usar tus poderes y los diferentes secretos que tienen tus poderes y este mundo, primero conocerás Acuarïe y luego, saldrás a Ialanthilïan. Ya verás, te gustará. 
-Está bien, acepto- sonreí tímidamente, y Atlantia sonrió, no estuve muy segura en aquel momento, pero me pareció verla suspirar, aliviada, como si se hubiera quitado una preocupación de encima.
La verdad es que creo que, en ese momento, hice bien al aceptar, era justo lo que necesitaba. Alguien que me ayudara a realizar la misión y conocer más y mejor a Mireia, a mi parte de acuarïe, y... ¿quién dijo que aprender no sería divertido?

Continuará...