sábado, 12 de enero de 2013

La llegada II

MireiaVale, recapitulemos, estaba en un palacio bajo el mar, con una mujer que decía que era un ha... Bella Gente, que además me aseguraba que yo pertenecía a ese mundo, a un mundo que estaba sumergido en el mar de... ¡Espera! Porque esa era otra, ni idea de en qué mar de la Tierra estábamos, Atlantia había dicho que pertenecía a un reino llamado Ialanthilïan: "El reino de las hadas, Cielo sobre Agua", me dije a mí misma...
Era todo tan confuso.
De repente, caí en algo muy importante, a ver, yo era humana y se supone que los humanos no puede respirar bajo el agua, entonces, si esa idea seguía presente y omnipotente, ¡¿qué hacía yo allí, viva?! Porque lo mejor es que respiraba como si aún estuviera en la playa. 
Me toqué la cara.
Nada.
Ni una mascarilla de plástico conectada a bombas de oxígeno ni nada que un humano normal y corriente hubiera necesitado para llegar hasta esa profundidad sin ahogarse. Me giré para hablar con Atlantia y no pude hablar, porque la mujer se había quitado la máscara con la que la vi en la playa, rebelando su verdadero rostro.
Sus ojos tenían un extraño color verdoso y brillaban como la plata, su rostro era fino como sus labios y su nariz, pequeñita. Los cabellos azulados flotaban a su alrededor y me miraba atenta, como intentando adivinar mi reacción, al fin, dijo:
-Sé que no es algo fácil de asimilar pero es la verdad Cielo sobre Agua, tú no eres humana, tienes rasgos porque has nacido de padres humanos pero no lo eres en el fondo de tu ser. 
Algo dentro de mí se volvió a agitar, dándole la razón y dije:
-Pero... es imposible... Nunca... 
-¿Nunca has tenido ninguna experiencia que te hiciera cuestionarte quién eres en realidad?- Atlantia se sentó en el tocador y, en el espejo, sonrió.- Claro, tu alma no te iba a decir a grito pelado: "¡No soy humana! ¡Pertenezco a otro mundo!" Es algo imposible... Pero seguro que, en alguna ocasión te has sentido diferente, y seguro que el agua estaba presente.
Hice memoria y me acordé de algo:
-Una vez, unas amigas y yo, sin decir nada a nuestros padres, decidimos ir a hacer una excursión al bosque que hay junto al pueblo en el que vivo. Salimos por la mañana y, al mediodía, paramos para descansar al lado de un río precioso, pero como estábamos cerca de su nacimiento, la corriente era fuerte. Una de mis amigas, mientras corría detrás de otra amiga porque esta última le había hecho una broma pesada, se cayó al río. Se sujetó a una roca, pero la corriente era fuerte y no nos iba a dar tiempo a volver al pueblo para ir a buscar a alguien que nos ayudase, una de mis amigas cogió nuestras sudaderas y las enrolló haciendo una cuerda para lanzarle a la pobre chica- hice una pausa, recordando.- Cuando la cogió, tiramos para sacarla de allí, éramos muchas y la chica nadaba todo lo deprisa que podía, pero aquello se nos hacía cuesta arriba. Estábamos todas desesperadas y yo deseé, quizás también a la desesperada, que el río parara sólo un momento, sólo el tiempo suficiente para sacar a mi amiga de él. De repente, la corriente furiosa se transformó en un suave lecho de agua y todas, aún sin comprenderlo, no quisimos tentar a la suerte y tiramos con todas nuestras fuerzas, sacando a la chica de allí. Lo extraño es, que cuando volví a mirar al río, mis labios murmuraron inconscientemente un: "Gracias" e, instantáneamente, volvió a correr tan rápido como antes. 

Callé, recordando que mis amigas se quedaron con la boca tan abierta como yo, pero no le dieron más importancia ya que la chica rescatada estaba temblando y totalmente empapada, por lo que nuestra prioridad era volver al pueblo. Atlantia interrumpió mis pensamientos, y, mientras se peinaba lentamente con un cepillo que había cogido del tocador, sonrió y dijo:
-La forma que usó tu alma acuarïe para manifestarse en ese momento fue como defensa ante el peligro, conseguiste, mediante el fuerte deseo de salvar a tu amiga, que tu parte no humana se revelara y se pusiera en contacto con el río, que era parte de su ser, del agua. 

Os mentiría si dijera que en ese instante entendí todo lo que la reina me dijo, así que, lo único que puedo deciros es, sencillamente, que no podía creerme que todo eso me estuviera pasando a mí. Mi cara volvería a ser un poema, por lo que Atlantia se levantó y, volviéndose hacia mí, continuó:
-Pero tu esencia de acuarïe no es tuya propiamente, sino de otra acuarïe que un día vivió aquí y que se ha refugiado en ti. 
"Perfecto, ahora estoy poseída" pensé, irónica. Pero como no podía estar más tiempo callada, dije:
-¿Tengo a otra persona viviendo dentro de mí?
Atlantia rió y su risa sonó a la caída del agua de una cascada:
-No es así cómo funciona, es demasiado largo y complicado de explicar, puede que algún día llegues a entenderlo, pero hoy creo que lo único que podría hacer sería contarte la historia de ese ser etéreo que vive en tu interior, protegiéndote. ¿Te gustaría escucharla?
Asentí y me senté en la cama, qué más daba otra extraña cuestión más, si total, lo más grave ya había pasado. Ahora tocaba aceptar la situación:  
-Pues bien, te haré un resumen, ya que la historia de Acuarïe es muy larga y, si tienes interés podrías leerte el "Libro Magno de Acuarïe" donde se cuenta toda la historia...- aquel "Libro Magno de Acuarïe" sonaba a un gran volumen de páginas amarillentas, con polvo en las tapas... "¿Se podía cubrir un libro de polvo bajo el agua?" os juro que, ahora, cuando pienso en esa estúpida pregunta que me hice en aquel momento me entran ganas de pegarme. Pero claro, en aquel momento y con todo ese cacao mental, aquella pregunta parecía lo más lógico del mundo.
Entonces, me perdí en la voz de Atlantia, que hablaba de cuatro chicas excepcionales, que habían recorrido todo Ialanthilïan, que eran amigas, que habían hecho cosas excepcionales... Entre ellas, una que mi corazón y el de Atlantia nunca olvidarán, una de esas chicas, una de pelo verde, restauró, no, mejor dicho, revivió a Acuarïe, del desierto en el que se había convertido por un hechizo, en el gran océano que era antes y ahora... 
-Yo conocí a esa chica y a sus amigas, yo le reproché que había sido la única superviviente después de la catástrofe, ya que había sido su madre quien conjuró el hechizo- Atlantia miró por la ventana, su mirada se perdió en un recuerdo lejano.- Ellas me ayudaron, ellas me colocaron en el trono de Acuarïe, ellas eran y son... mis amigas, puede que las únicas verdaderas amigas que he tenido. ¿Sabes Cielo sobre Agua...?
-Llámame Aqua- le dije.
Una media sonrisa asomó en sus labios y continuó:
-¿...Aqua? Las acuarïes de antaño éramos frías y cerradas, traicioneras y silenciosas... La acuarïe que vive en ti lo sabe bien, ya que era una de mis amigas, se llamaba Mereia y era la persona en la que más confiaba. Me cegué tanto en la confianza que no vi la traición que me aguardaba, le conté uno de mis secreto más privados y no se lo pudo callar, se lo contó a otra y el rumor se propagó hasta que caer en manos de alguien que me odiaba a muerte y que lo fue pregonando de marea en marea, hasta que todo Acuarïe lo supo. Todo el mundo sentía lástima de mí y eso me molestaba muchísimo, odiaba que me vieran como alguien débil y, a partir de ese momento, perdí la poca lealtad y sinceridad que me quedaba y me volví como las otras. 

De repente, sentí la necesidad de pedir disculpas, no sé por qué si yo no había hecho nada, pero tenía que hacerlo:
-Perdóname, Atlantia.
Ella pareció salir de su ensoñación y me miró, con el ceño fruncido:
-¿Mi... Mireia?
-Sí, soy yo, bueno, en parte...- las palabras escapaban de mis labios, había perdido todo el dominio sobre mí, mis labios, sin yo quererlo, se curvaron en una media sonrisa y otra parte de mí, supongo que sería la que no pertenecía a Mireia, se asustó, ¿qué estaba pasándome?
Atlantia estaba cada vez más sorprendida:
-¿Cómo es posible?
-No puedo decir nada más Atlantia, esto me agota, sobreponerme a la esencia de Aqua me sobrepasa y puede que no lo pueda volver a a hacer, sólo quería pedirte perdón por lo que hice, sé que estuvo mal... Pero, como has dicho, antes no éramos como las que tienen que ser ahora.- dijo Mireia, con mi voz, y a pesar de que aquello me asustase, pude sentir cierta curiosidad por aquella última frase "no éramos como las que tienen que ser ahora..."- Adiós, Atlantia, suerte...

Su voz se apagó en mi voz y pude sentir cómo todo volvía a ser como antes en mi interior, Mireia no volvería a salir de aquella forma, lo supe en aquel momento, todo lo que quería decir ya estaba dicho y, cuando hablé, lo hice como yo quería, con mis palabras:
-¿Qué... ha sido eso?- estaba asustada, y necesitaba urgentemente una explicación.
Atlantia me miró a los ojos, no lo puedo decir con seguridad, pero parecía que también estaba un poco sobrecogida con la repentina aparición de su amiga fallecida:
-No te lo puedo asegurar, Aqua, pero pienso que ya no volverá a suceder... Te perdono, Mireia.
Sentí una pequeña agitación de alegría y pude sonreír, esta vez era yo la que sonreía, de momento, me llevaba bien con Mireia, por rara que fuese mi... nuestra situación. Atlantia se acercó a mí y me tomó de las manos, mirándome a los ojos, me dijo:
-Aqua, escucha, esto es muy importante, conocer esto- me soltó una mano para trazar un semicírculo en el aire (o agua, mejor dicho) abarcando el inmenso océano que nos rodeaba.- Tiene sus riesgos, conocer quién eres de verdad, también. Puedo asegurarte que tus padres, tu familia, tus amigos... no saben quién eres, qué eres. Te conocen como Cielo sobre Agua, su hija, nieta, sobrina, amiga... Y nada más, pero tú eres la responsable de la decisión que vas a tomar ahora, dime, Cielo sobre Agua; prefieres quedarte en el mundo nemhirie y vivir como tal, pensando que tus pequeñas hazañas como las del río son pura suerte, o bien, quedarte aquí, en Ialanthilïan, conocer todos sus secretos y aprender a ser una acuarïe, lo que en verdad eres.

Atlantia me miró, expectante, y yo aparté la mirada de sus ojos, aquella era la decisión más dura que tendría que tomar en toda mi vida, u olvidaba mi vida humana, mi familia, mis amigos, mis sueños en aquella vida y me entregaba a vivir como aquella mujer, a la que conocía desde hacía media hora. O le pedía que me devolviera a la playa en la que me encontró, paseando tranquilamente, sin preocupaciones de esencias, almas que no eran tuyas y seres míticos, y me resignaba a pensar que todo aquello había sido un sueño.
Fácil no era, desde luego.
Callé lo que debieron de ser varios minutos pero, al fin, contesté, mirando a los ojos de la reina Atlantia:
-Me quedo con ambas opciones.
Ella sonrió.

Continuará...